Add parallel Print Page Options

11 Pero como sus dolores aumentaban, Antíoco empezó a cambiar su actitud orgullosa, y a reconocer que todo se debía a un castigo de Dios. 12 Cuando ni Antíoco mismo soportaba el mal olor de su cuerpo, aceptó que era un ser humano igual a todos. Ya no podía pretender que era igual a Dios, y reconoció que era mejor obedecerlo.

13 En aquel momento, ese asesino empezó a rogar a Dios que lo ayudara. Pero ya Dios no iba a tener compasión de él.

Read full chapter